LUIS LÓPEZ CARMONA | OTRO MUCHACHO LUIS
M ientras Colombia Líder exaltaba a Carlos Mario Marín Correa como el segundo mejor alcalde del país (periodo 2020–2023), Manizales padecía con la administración del mandatario. El galardón, más que un reconocimiento a una gestión eficiente, pareció un espejismo que terminó alimentando el ego del exmandatario y siendo un adorno para una administración marcada por la ineficiencia, el endeudamiento y el incumplimiento sistemático.
Y es que los premios, cuando se entregan sin rigor y al mejor relato en documentos, no solo distorsionan la percepción pública, también otorgan licencia para olvidar responsabilidades. Marín lo supo aprovechar: hizo alarde del galardón por todos los medios, como si una placa o un reconocimiento pudieran reemplazar el verdadero legado de gobierno. Solo se contuvo de pautarlo en redes sociales porque, para entonces, la Procuraduría ya le tenía abierta una indagación por posibles excesos en gastos publicitarios. Sí, porque la austeridad le quedaba muy bien en los discursos.
La pequeña Copenhague
Desde su burbuja, prometió convertir a Manizales en una pequeña Copenhague. Habló de modernidad, sostenibilidad y movilidad verde; con su plan de desarrollo y ejecución de obras al final de su mandato, el avance de la ciudad iba a ser de 20 años, según él. Lo cierto es que sus promesas se quedaron en renders, discursos repetitivos y bien memorizados. Su legado, más que nórdico, terminó siendo una réplica contemporánea de Atenas: ruinas, obras atrasadas, sobrecostos y un elefante blanco como estandarte.

PTAR Los Cámbulos: el monumento al fracaso
El caso más escandaloso de su administración tiene nombre propio: PTAR Los Cámbulos, la Planta de Tratamiento de Aguas Residuales. Un proyecto ambicioso —y necesario— que terminó convertido en uno de los elefantes blancos más costosos del país.
Firmado en noviembre de 2021 entre Aguas de Manizales y la firma mexicana Fypasa por $133 mil 029 millones, el contrato fue financiado en su mayoría con recursos del Ministerio de Vivienda y un crédito del banco alemán KfW. En abril de 2022 se firmó el acta de inicio, y en mayo se giró un anticipo de $39 mil 908 millones, el 98% provenientes de la Nación. El problema fue la falta de transparencia con la ciudadanía que se enteró casi un año después, cuando los trabajos en la obra no avanzaban y las denuncias de incumplimiento de pagos a proveedores era lo único que empezaba a moverse.
En junio de 2023, la Contraloría General advirtió que el avance físico era de apenas el 5%, cuando debía superar el 35%. A finales de ese año, una auditoría externa —después de la terminación anticipada del contrato— reveló algo aún más alarmante: el avance real no superaba el 1,7%.
Y mientras tanto, la ministra de Vivienda, Catalina Velasco manifestaba su “preocupación”, pero sin medidas concretas. Ni una sanción ejemplar, ni una acción de fondo. El Ministerio, como el alcalde y los entes de control, brillaron por su pasividad.
Sin responsabilidad
Carlos Mario Marín, quien no gestionó esos recursos sino que los recibió listos para ejecutar, dejó la obra sin terminar y en sus últimos actos de rendición de cuentas, ni la mencionó. El proyecto estrella se volvió un recuerdo incómodo que prefirió esconder, aunque al inicio de su mandato se rasgaba las vestiduras sacando pecho de La PTAR los Cámbulos como una obra que transformaría a Manizales.
Pero Marín Correa no fue el único en fallar. El Concejo de Manizales, algunos congresistas caldenses y los organismos de control optaron por el silencio. Se hicieron los invisibles mientras el dinero público se evaporaba en burocracia, opacidad y negligencia.
Para completar el retrato, Fypasa —la contratista elegida— ganó al menos tres licitaciones públicas siendo los únicos oferentes. ¿Pluralidad? ¿Transparencia? Palabras ausentes en un proceso marcado por la falta de competencia real.
Hoy, la PTAR de Manizales figura como el noveno elefante blanco más costoso del país, entre 1.753 proyectos con irregularidades, según la Contraloría. Y, sin embargo, su principal responsable como Administrador Municipal, ostentará en su carrera pública el título de “segundo mejor alcalde de Colombia”.
Una paradoja que refleja la gestión pública en el país y el uso de los recursos públicos. Pues la PTAR Los Cámbulos tiene sobrecostos altos: ahora el proyecto supera una inversión de $205 mil millones, además enfrenta prórrogas e inviabilidad en su ejecución, y con la fecha de finalización desconocida.
Editor’s Choice

El primero en evacuar
En marzo de 2023, cuando el Volcán Nevado del Ruiz pasó de alerta Amarilla a Naranja, las autoridades nacionales entraron en emergencia… menos Carlos Mario. Él decidió evacuar antes que cualquier otro: empacó maleta y se fue de vacaciones. Porque cuando el país se preparaba para una posible erupción volcánica, Marín Correa se preparaba para el check-in.
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Ni en los Consejos de Gestión del Riesgo, ni en los Puestos de Mando Unificados, ni siquiera en la plataforma Zoom apareció. La calamidad pública fue decretada tarde, mientras los municipios vecinos ya estaban activando protocolos ante el riesgo inminente. Su respuesta: dejar encargado al secretario de Movilidad, Mateo Loaiza, quien a su vez delegó en la directora Municipal de Gestión del Riesgo, Alexa Morales. ¡Una cadena de delegaciones que terminó en desentendimiento total!
Las excusas del burgomaestre para no aplazar sus vacaciones fueron descabelladas: que el cambio de tiquetes resultaba muy costoso, que había mucho tráfico aéreo, entre otras. Y como si la memoria colectiva fuera corta, la cereza del pastel fue su regreso a los 12 días, con la cara fresca, fingiendo preocupación, haciéndose fotos junto al volcán como si hubiese estado liderando la operación desde el epicentro.
Diplomacia de cartón: Liberland y la burla
A finales de 2022, Marín Correa firmó un “acuerdo de cooperación” con Liberland, una pseudo-nación de 7.5 km² sin reconocimiento internacional. Lo presentó como un tratado diplomático que traería 5.000 cursos de inglés para mejorar la competitividad de los manizaleños. El resultado: una burla internacional, renuncias en su gabinete, y la constatación de que en su administración se tomaban decisiones de alto impacto sin verificar fuentes ni legalidad.

Se firmó con bombos, platillos y video en redes. Pero resultó que Liberland no tenía embajada, ni profesores nativos, ni validez jurídica. Era un país ficticio y el ridículo fue mundial. El alcalde luego lo minimizó como “una tormenta en un vaso de agua”. Pero cuando estás al frente de una ciudad, las tormentas no son bromas ni deben afrontarse con ligerezas.
La salud mental: última en prioridades, primera en tragedias
Mientras las cifras de suicidio aumentaban año tras año, el presupuesto para salud mental se reducía. En 2023 se recortaron $37 millones al programa, dejándolo con $773 millones, mientras en propaganda se gastaron más de $1.033 millones en dos meses. La ciudad reportó 146 suicidios entre 2020 y 2023, superando los 130 del cuatrienio anterior. Solo en 2023 hubo 40 suicidios, la cifra más alta en ocho años.
La solución de Marín Correa consistió en dejarle la responsabilidad a la Secretaría de Obras Públicas. Porque claro, en su lógica gubernamental lo mejor en acciones de prevención del suicidio es hacer un cerramiento en el Puente Vizcaya (punto crítico de intentos de suicidios) y no haber establecido políticas públicas ni programas de prevención. Y eso que este cerramiento fue ordenado por un juzgado actuando ante una acción interpuesta por la Personería Municipal. Obra que, por cierto, ni siquiera se ejecutó dentro del plazo acordado.
Pero si el 80% de los suicidios registrados en 2023 se dan por envenenamiento, ¿qué sentido tiene cerrar puentes y no abrir centros de atención psicológica?
Cable Aéreo Línea 3: de la ilusión al posible elefante blanco
Prometido como la obra estrella, terminó en escándalo. Se lanzó sin tener los predios asegurados, se firmó el contrato con una empresa sin experiencia ni habilitación legal (Ideas Más), y los avances reportados eran falsos: decían 65%, InfiManizales encontró solo 21%.
La Contraloría General de la Nación lo fichó como proyecto en crisis con posibilidad de convertirse en elefante blanco. El presupuesto pasó de $140 mil millones iniciales a más de $205 mil millones. Y aún así, Marín Correa celebró la instalación de una pilona como si estuviera inaugurando la Torre Eiffel. A eso se le llama desfachatez o, como él diría, “liderazgo alternativo”.
Estallido social: abrazos de día, represión de noche
En el paro nacional de 2021, Manizales vivió uno de los capítulos más oscuros en cuanto a orden público. El Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) actuó con violencia desmedida. Manifestantes perseguidos, acorralados, agredidos, y hasta atacados con gases lacrimógenos dentro de buses de servicio público.
Y mientras tanto, el alcalde jugaba a pacifista. Dijo que no había dado la orden, pero sí autorizó dispersar las protestas. Como si él desconociera el actuar del ESMAD en Colombia cuando le dan rienda suelta. En cámara pidió abrazos entre agresores y víctimas. En privado, daba vía libre para que reprimieran sin piedad. Contradicción, hipocresía o cinismo, un doble discurso que quedó en evidencia.
Contratación y transparencia: más oscura que clara
Más de 17.000 contratos durante su gobierno, y el 39% adjudicados de forma directa, sin licitación, por más de $602 mil millones. Contratos de obras con retrasos y sobrecostos, como el del Coliseo Menor.
Indagaciones de la Procuraduría por gastos en placas, publicidad y eventos de autopromoción. $75 millones para “actualizar” el himno de la ciudad. Y salarios duplicados sin justificar, como el de su secretaria privada que pasó de $3 millones 400 mil a casi $8 millones mensuales.
¿La respuesta del alcalde? ¡“Yo veré cuánto les pago». Así, sin anestesia y sin dar explicaciones, como creyendo que estuviera sacando los recursos de su billetera personal.
Gobernar con arrogancia por delante
La frase con la que gobernó no era una promesa, sino una advertencia: “Ustedes no están preparados para un gobierno como el mío.” Y sí, no estábamos preparados… para tanto desorden, tanto sobrecosto, tanta arrogancia y tan poca gestión.
Manizales cerró el periodo 2020 – 2023 con una deuda pública de más de $431 mil millones. Obras a medias, promesas en renders, y un alcalde que confundió gobernar con figurar.
Lo más triste no es que falló él. Lo más grave es que perdimos todos. Porque mientras las entidades de control tardan años en mover un expediente, los contratos ya fueron ejecutados, liquidados o desviados. Porque mientras la ciudadanía esperaba desarrollo en la administración de Marín Correa, lo único que llegó fue publicidad en redes sociales, propaganda política y favorecimiento a su círculo personal y allegados de estos.
Gestión e imagen desfavorable
Carlos Mario terminó siendo de los alcaldes con la imagen más desfavorable del país, y eso dice más que cualquier reconocimiento como segundo mejor alcalde. Porque si algo nos enseñó su gobierno es que la alternancia con arrogancia, sin preparación y sin ética es tan peligrosa como las maquinarias tradicionales.
A Marín le faltó gestión, le sobró ego. Fue alcalde de las redes sociales, de las fotos, de las disculpas grabadas y los abrazos fingidos. Pero de las soluciones reales, ni rastro.
¡Ay Manizales del Alma!